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THE BRUTALIST: arquitectura como narrativa

  • Foto del escritor: Bernalina Producciones
    Bernalina Producciones
  • 19 mar
  • 4 Min. de lectura

CRÍTICA DE THE BRUTALIST.


La película de más de 3 horas y media de duración protagonizada por Adrien Brody ha ganado 3 globos de oro, 4 premios BAFTA y el León de Plata del Festival de Venecia. Aún así no está exenta de polémicas, ya que en esta película se usa IA para 2 cosas. La primera es la “mejora” del habla húngara de los protagonistas para hacerla más creíble y la segunda es la creación de imágenes y dibujos de edificios al final de la cinta. Pese a esto parece que la crítica profesional está encantada con el film y apunta a ser un clásico contemporáneo.

El elenco de "The Brutalist" posa junto a Adrien Brody (sexto de izquierda a derecha), considerado Mejor Actor en una Película de Drama. Beverly Hills, 5 de enero de 2025 © AP / Chris Pizzello/Invision.
El elenco de "The Brutalist" posa junto a Adrien Brody (sexto de izquierda a derecha), considerado Mejor Actor en una Película de Drama. Beverly Hills, 5 de enero de 2025 © AP / Chris Pizzello/Invision.

The Brutalist nos cuenta la migración de László Tóth, un famoso arquitecto judeo-húngaro, a Estados Unidos en 1947. El reconocido arquitecto, superviviente de la guerra y de los campos de concentración, pretende reconstruir su vida y estatus mientras intenta volver a reunirse con su familia (esposa y sobrina) en este nuevo país. Un día se topa con el multimillonario Harrison Lee Van Buren, lo que le abre una puerta para seguir con su obra de estilo brutalista, aunque esto también le abre otras puertas no deseadas.


The Brutalist pretende ser un clásico moderno, tanto por su duración (214 minutos), como por su estructura en 2 partes completamente marcadas, así como su intermedio de 15 minutos. A todos estos ingredientes, más propios de una peli de los años 50 que de este siglo, añádele que está grabada en 70mm, cosa muy poco común que solo contados directores como Nolan o Tarantino intentan seguir manteniendo. Una decisión que parece intentar contentar a los cinéfilos más puretas.


No tenemos que saber necesariamente sobre arquitectura o estilo brutalista para entender la película (además de que ésta se encarga de explicártelo por si andas demasiado perdido). Aunque por el título podemos intuir que vamos a ver un film duro y sin adornos.

Universal.
Universal.

La primera secuencia ya nos deja claro que no estamos ante una película al uso. Mientras suena una imponente banda sonora, László Tóth (Adrien Brody) sale de la oscuridad de la bodega de un barco (que al principio más parece una barraca de campo de concentración) mientras los espectadores escuchamos la narración de una carta de su esposa Erzsébet (Felicity Jones). Al salir del bote y de los peligros de Europa y el Océano Atlántico, lo primero vemos es la estatua de la libertad, pero boca abajo, lo cual es una declaración de intenciones de lo que vamos a ver durante el resto de la película.


Como dije al principio, la historia está separada en 2 partes, cada una con un tema muy marcado:

En la primera László acepta trabajar para el multimillonario Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce) construyendo un gran edificio multifuncional que sirva como punto de reunión para la comunidad. La construcción del edificio es una metáfora de la construcción del sueño americano para László: empieza a ganar reconocimiento y conoce a gente que le puede ayudar a reencontrarse con su mujer. En definitiva, sienta los cimientos de su nueva vida.


Según comienza la segunda parte podría parecer la consagración del sueño americano, pero pronto se convierte en una desmitificación llena de perversión, desigualdad y corrupción.

Universal.
Universal.

Técnicamente poco se le puede reprochar a esta película más allá de los gustos personales de cada uno. La fotografía encaja con el tono de la historia y casi constantemente está reforzando la narración aportando significados. La banda sonora te cautiva haciendo los momentos intensos aún más intensos y las actuaciones soportan de manera titánica el peso de la atención del espectador, y no es nada fácil con una película tan larga.


Mi problema viene más con el significado de la película, y es que parece más un mensaje que quiere mandar el director que una historia propiamente dicha. No podemos evitar comparar el personaje principal con el director, ya que uno de los temas principales es la importancia de trascender mediante una obra artística. Hay ocasiones que plantean conversaciones que no tienen que ver demasiado con la trama, y que cuando habla László más bien parece que es el director el que está abriendo la boca. Se nota en cierta parte la artificialidad con la que redirige la historia para hablar sobre Israel y su importancia para los judíos. Y digo artificialidad porque en una película que transcurre en plena guerra fría y que tiene un protagonista de Europa del Este trabajando en una comunidad de la alta sociedad protestante no se dice la palabra “comunista” en ningún momento, lo cual resulta raro porque puede suponer un conflicto importante dentro de la historia. Además, los personajes parecen predispuestos para la trama. Es decir, no parecen tener inquietudes reales más allá de llevar al guion donde lo tienen que llevar, por lo que para mí resultan bastante planos (por esto me parece incluso más meritoria la increíble actuación de todos los actores). La segunda parte me parece inconsistente no tanto en cuanto a lo que cuenta (lo cual es decisión del director y te puede gustar más o menos) sino a la forma. A veces demasiado sutil, dejando flotar algunas acciones o ideas en el aire dejándote sacar conclusiones como espectador, y otras demasiado explícita, tanto que la metáfora a veces te explota en la cara.

Universal.
Universal.

En definitiva, The Brutalist es una película interesante (un poco pretenciosa para mi gusto), arriesgada y diferente. Un ritmo nada pesado para una película tan larga, unas actuaciones brillantes y una narración paradójicamente clásica y novedosa al mismo tiempo. Sin duda su estilo y temática la han llevado a ser carne de premios.


Una crítica de Enrique Alcalde.



 
 
 

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